El slut-shaming (o “Un día en la vida de una zorra”)

Con el título no quiero decir que yo soy una zorra. O talvez sí. Talvez no importa, o no debería de importar. Les cuento porqué no importa si me (o te, o nos) dicen zorra o mojigata o cualquiera de las mil palabras que tenemos para definir el grado o tipo de expresión sexual. Esas que todos conocemos.

Primero, les definiré el término slut-shaming – para el cual no hay traducción al español, lo cual es en sí interesante y bien diciente. Slut-shaming es un verbo creado (relativamente reciente, y es usado sobretodo en discusiones acerca de justicia social y sexismo) para describir la acción de atacar o avergonzar a una mujer en base a su expresión o actividad sexual: en base a cómo se viste, qué tan directos son sus avances cuando coquetea, “qué tipo de gente” frecuenta, qué tan tarde en la noche sale, qué tan frecuentemente/con qué tanta gente/cómo tiene/dónde tiene relaciones sexuales, qué tanto toma o fuma, cómo/qué se expresa acerca de temas sexuales, etc.

Todos lo hemos visto, lo hemos oído, hemos sido partícipes. TODOS nos hemos referido a alguien como una zorra, una puta, una fácil, una mujer de “moral flexible”, mujer de “útero alegre” (me da risa y pena éste término), etc. Todos hemos dicho cosas como “ay ya viste a ______, ¿qué no ve la imagen que da?”, “de una vez que cobre, ¿no?”, “..y luego se queja de que no tiene novio”. Tenemos tantos chistes, frases, eufemismos, que deberíamos de enterrarnos la cabeza en una maceta de la vergüenza. A mí me avergüenza al menos, muchísimo.

Pero bueno, a lo que iba. El que alguien pensara que soy una fácil o no, que soy una mojigata o no, me dejó de importar cuando me di cuenta que no importaba lo que hiciera, alguien iba a decir algo, lo que sea.

Primero, todos nos sentimos con derecho de criticar y vigilar la expresión sexual de todos, más aún de mujeres. ¿Por qué? Porque desde que somos pequeños, nuestra familia nos vigila constantemente, nos dice qué ropa no usar, qué no tomar, qué no hacer, qué no decir. Absorbemos esos juicios que pueden emitir sobre nosotros y como respuesta los utilizamos con otras personas, para colocarnos a nosotras mismas en el punto neutro – desde un aspecto psicológico, es totalmente lógico, como mecanismo para preservar el autoestima nos colocamos en el cero de la escala. Y pues siempre va a haber alguien más “zorra” que nosotras, siempre va a haber alguien más “mojigata” que nosotras. Y es por eso mismo que siempre vamos a ser una de dos en la mente y juicios de alguien más. Todas somos zorras. Para alguien.

Siempre va a haber alguien que nos considere demasiado “algo”. Alguien que considere nuestra falda demasiado corta, nuestros hábitos de fiesta demasiado locos, nuestra elección de compañía demasiado riesgosa, nuestro lenguaje demasiado vulgar. O al revés, nuestras elecciones demasiado cautelosas, nuestra falda demasiado conservadora, nuestros “No”s demasiado claros para los avances de alguien más.

Y en mujeres, esta constante vigilancia, esta constante paranoia de no ser juzgada como la “mala mujer” nos hace ejercer esa misma vigilancia y control social en forma de slut-shaming. Lo hacemos sin darnos cuenta que educándonos entre nosotras, cambiando nuestro lenguaje todas juntas, podemos dejarnos de criticar, entre todas. Tenemos ese poder, pues ser “zorra” es un constructo social para el cual no hay términos absolutos, solamente relativos a alguien más, y están en el lenguaje que usamos para referirnos a alguien cuya sexualidad es más abierta que la nuestra. Es como cuando manejas el auto: todo el que maneja más rápido que tú es un imprudente suicida, todo el que maneja más lento es un idiota lento que bien podría estar caminando. La diferencia es que en la sexualidad, hay diferencias, pero siempre y cuando sea consensuado, no hay formas “buenas” o “malas” de manejar.

El slut-shaming, como he mencionado brevemente en entradas anteriores, viene de una ideología sexista de controlar y vigilar nuestra sexualidad. ¿Por qué sexista? Porque se usan criterios completamente distintos para juzgar la expresión sexual de un hombre y de una mujer. El hombre que pierde la virginidad antes que otros es un héroe, la mujer que pierde la virginidad primero es o una fácil o una promiscua. El hombre que tiene sexo con más de una chica en un espacio corto de tiempo es un campeón, la mujer que hace lo mismo es una zorra. El hombre que habla de sexo es… un hombre, la mujer que hace lo mismo es una vulgar. El hombre que quiere algo casual es un hombre que “sí sabe”, una mujer que sólo quiere algo casual es una perra y una promiscua.

Por otro lado, el hombre que dice “no” de manera asertiva (no un “perdón, tengo novio”) es un hombre que sabe lo que quiere, la mujer que dice “no” de manera asertiva es una grosera o mojigata. Y si bien existen varios controles que avergüenzan al hombre que prefiere algo formal que algo casual, que no quiere sexo, que no le gusta el porno, etc., no son comparables en frecuencia o magnitud.

El slut-shaming, igualmente, es una forma en la que se nos mantiene “en línea”, por miedo a ser llamadas malas mujeres. Porque nos enseñan que nadie quiere a una mala mujer, que nadie la respeta. Y cuidado con esto último, pues esa frase que dice que “una dama se hace respetar” viene con muchas advertencias. Viene con una lista de instrucciones de vestimenta, comportamiento, vocabulario, compañía, horarios apropiados, en primera. Pero también viene con la idea ofensivísima y peligrosísima de que la mujer es la responsable de hacer todas esas cositas que vienen en el instructivo para que la respeten, pues si no las hace, no es digna de ese respeto. Porque si no lo hace, el hombre no tiene porque respetarla. ¿Qué se entiende por respetarla? No acosarla verbal o físicamente si ella no está de acuerdo, no abusar de estados de ebriedad u otro tipo de intoxicación, no hacer bromas y comentarios ofensivos, no tocarla si ella no lo pide, NO FORZARLA A HACER ALGO QUE ELLA NO QUIERE. Eso es lo que nos espera si llevamos la frasesita de “darse a respetar” a sus últimas consecuencias.

Esto me lleva, con toda confianza en lo que digo, a decir que el slut-shaming es una advertencia bien fuerte y clara: si una persona te considera una zorra, varias personas lo pueden hacer, y no te van a respetar en distintas maneras (burlas, acoso verbal, aislamiento social, acoso virtual, difamación), y alguna de esas personas que no te considera digna de respeto – porque pues eres menos humana cuando expresas algo tan pinche humano como es la sexualidad – puede violarte. Así que cuidadito con ser considerada zorra.

Y, ¿qué hacemos para que no nos consideren zorras? Encontrar a alguien cuya sexualidad sea “más criticable” según nosotras y nuestro círculo, encontrar alguien más a quién perderle respeto. Es lo que hacemos, pasarnos la bolita etiquetada “zorra” a alguien más, para que la pérdida de respeto sea a alguien más. Pero es que diciéndole zorra a una mujer, le estamos diciendo a un hombre “está mejor no respetarla (acosarla, ofenderla.. violarla) a ella que a mí. Si vas a violar a alguien – porque eso hacen los hombres, obvio (inserten sarcasmo aquí), pero de eso hablaré luego – ella se lo merece más que yo.”

 

En vez de promover, todas juntas, más respeto a nuestras decisiones y nuestros cuerpos, DE TODAS NOSOTRAS. El poder de decisión es algo que subestimamos, chicas, en serio. El mismo poder de decidir qué falda ponernos sin tener que considerar por qué construcciones vamos a caminar o quién va a pensar que somos fáciles es el poder de decidir que peleamos en las cortes para casarnos con quien queramos sin importar el sexo de la otra persona, es el poder de decidir si tenemos a un bebé o no (de forma higiénica y legal), es el poder de decidir si tenemos sexo o no y que se respete cuando decimos “NO”. Cuando no respetamos una decisión, estamos promoviendo que no se respete ninguna. Y si luchamos por una, tenemos que luchar por todas.

Y eso empieza dejándonos de decir zorras las unas a las otras. Empieza con dejar de juzgar desde nuestro “cero en la escala”, desde nuestra supuesta neutralidad. Diría que nadie es perfecto, pero en cuanto a sexualidad y cuerpo y espíritu, creo que todos los somos. Nuestra forma de expresar nuestra sexualidad, siempre y cuando sea consensuada, ES PERFECTA.

Hay muchas fuerzas y muchas cosas en el mundo que nos van a joder igual, que no seamos nosotras mismas las que lo hacemos, ¿no creen?

Repitan conmigo: virg.. debut. D E B U T.

Todas las ideas erróneas o incompletas (en el mejor de los casos) que tenemos acerca del cuerpo, de las relaciones, de la sexualidad, me darían tema para una entrada por día, al menos. Pero hoy, hoy voy a hablar de esa palabrita tan entintada de religión, manchada de “pureza”, rodeada de advertencia y de dobles estándares: la “virginidad”.  Yo pienso – y no estoy ni remotamente sola en esto – que la “virginidad” también está letalmente sumergida en violencia, en (hetero)sexismo, en falocentrismo estúpido, en opresión, en control y en mucha ignorancia.

Primero, el sexista juego de Risk: la virginidad (o la pérdida de ésta) del hombre es desde una irrelevancia hasta un triunfo (noten el término “descorchar”), mientras que la de la mujer puede ser desde un regalo pasivo hasta un mal necesario, hasta una tragedia de proporciones bíblicas, pero JAMÁS un triunfo. Como en un juego de estrategia, “ocupar” un territorio es causa de celebración mientras un territorio “perdido” nunca lo será. Una vez cedemos ese territorio, una vez profanado el templo (háganme el chingado favor), ya no es nuestro ni lo será jamás. Y no sólo eso, sino, ¿quién va a querer un territorio ya ocupado, ensangrentado? Es lo que nos dicen, que es un espacio que ya regalaste – y más te vale haya sido al mejor postor. No es un espacio compartido, una unión de dos naciones independientes. NO. Alguien más ya puso ahí su bandera (pun intended) y ya. Colonizaron tu cuerpo. Forever. El bendito acabose.

Y tal como una ocupación, requiere de ilustraciones violentas que sirvan de advertencia. El hímen que se rompe, la sangre que se derrama, la virtud que se pierde. No hay vuelta atrás, pues ya estás marcada, ESTÁS ROTA. Cuando ahora está más que bien sabido  – por los que siempre sospechamos que la educación sexual formal es una burla – que el hímen no se rompe – tan sólo se estira, se abre un poco, a veces vuelve a su lugar, etc. Se abre – como puede hacerlo haciendo gimnasia, usando tampones, o puede nunca hacerlo. Cuando, contrario a lo que nos dicen y suponemos y esperamos (o más bien, no exigimos otra cosa) y por tanto promovemos, no tiene que doler. Si se hace bien, si se hace pacientemente, si se hace conociéndonos primero (¡¿pero qué estoy diciendo?! ¡¿Tocar y estar cómodos con nuestro propio cuerpo?! BLASFEMIA), y si se hace cuando nosotros queremos, no tiene que doler jamás. Pero imagine usted, si podría no doler, ¡podría hasta gustarnos! A papá Dios le va a dar un infarto si se entera.

Porque si nada se rompe, entonces no hay evidencia de nuestra puerquísima desobediencia, y no perdemos nada. Porque si nada duele, si se disfruta, entonces empezamos a buscar triunfos propios en vez de esperar pasivamente a una ocupación, y no estamos perdiendo nada.

Desde el término nos advierten la tragedia que se nos viene con la vida sexual. Hasta yo en mi discurso cotidiano he ido cambiando ese discurso. Los invito a hacer lo mismo. Llamémosle primera vez, debut sexual, etc. No es una pérdida, no es el final de una era bíblica, no es una tragedia. Y si lo es, es porque no lo están haciendo bien ;)

Igualmente, el ‘vírgen’ en ‘virginidad’ está basada en un cuento de cuna que dice que una mujer concibió a un hombre sin tener horrible y sucio sexo. Según este librito que encuentras en moteles, eso es algo maravilloso. Si me preguntan, tener un parásito seguido de un parto seguido de una vida que mantener, SABIENDO que ni siquiera hubo punchis-punchis no es negocio.

La primera, como todas, como todo lo COMPARTIDO, es para los dos. Si vamos cambiando nuestro lenguaje y nuestra forma de pensar, esa culpa, esa censura, ese no-disfrute acaba. Se va por más igualdad, más conciencia, más vida.

[En parte porque esto es lo que yo hubiera querido, y porque sé que una gran parte de quienes me leen tienen/tendrán hijos, POR FAVOR enséñenle a las chavas que el sexo no es un regalo para ellos, sino para ellas mismas, que no son menos por quererlo. Enséñenle a los chavos que el momento es de ambos, que no es un sello de propiedad, que ambos cuerpos importan igualmente. Que una mujer no vale más o menos por hacer o no hacer, sino por tomar decisiones basadas en lo que la gente dice y no en lo que ella quiere. Que se den chance y tiempo y que no es algo malo. ]

Olvidaba un par de cosas que he considerado al pensar acerca del debut sexual (repitan conmigo, chic@s). La homofobia que nos indica por default es una de ellas. Si la “virginidad” es la penetración – vaginal, que es la única que importa, DUH, ahora pónganse a hacer bebés – , ¿una lesbiana puede no perder la virginidad nunca o cómo? (OH NO, pero, ¿qué estoy diciendo? si todas necesitamos un algo en forma fálica para ser felices). Un hombre tampoco la pierde porque no tiene una vagina ni hímen, entonces, ¿un hombre gay tampoco la pierde? La clave sigue siendo el hímen, la ruptura, la dominación. [Estoy ignorando, por no hacer esto más largo, el discurso un tanto autoflagelante y homofóbica que se tiene a veces en las comunidades homosexuales acerca de quién penetra y quien no, qué es masculino y por lo tanto mejor, etc.]. El único sexo que vale, la única primera vez que importa, es entonces la que ocurre entre un hombre y una mujer, en la que se “rompe” un hímen y alguien es el que ‘chingó’ – por hablar de Octavio Paz y sentirme muy leída – y alguien es la ‘chingada’. También nos indica implícitamente que, al no tener marca alguna de su “pureza”, podemos asumir falta de ella en todas las personas homosexuales, ¿que no? Una incertidumbre ridícula como si fuera asunto de todos qué ha sucedido o no en los cuerpos de uno.

Había también olvidado hablar del impacto del tema de la ‘virginidad’ en los hombres. Heterosexuales. Dije al comienzo que ‘perder la virginidad’ para los hombres no es más que una irrelevancia, y creo que sobre-simplifiqué. La ‘virginidad’ es en muchos casos algo de lo que se debe deshacer el hombre, algo que a cierta edad indica ya sea falta de ‘pegue’, falta de potencia “adecuada”, falta de tamaño “adecuado”, o falta de la orientación sexual “adecuada”. Hablaré del tamaño en otra entrada, pero vamos, se socializa a los hombres a ser máquinas (si, me estoy refiriendo también a las alusiones mediáticas de pistolas/metralletas como penes) insaciables de sexo que mueren por ser soltadas en el mundo sexual adulto. Un mundo lleno de mujeres pasivas que mueren por brindar placer. Un par de problemillas con esto.

1. Deshacerse de? Si es algo tan preciado para las mujeres pero tan urgente de desechar para los hombres, es que acaso el debut sexual del hombre no importa? ¿Por qué debe de no importar? ¿Su cuerpo es menos templo que el de la mujer?

2. “Adecuado”. Los constructos sociales siempre intentan pasarse por el trasero lo que es natural, y es una idiotez. Si naturalmente es así, es adecuado para la naturaleza, y debe ser adecuado para nosotros. Fin.

3. Muchísimos chavos tienen sus debuts sexuales mucho antes de estar psicológicamente listos, mucho antes de tener ni remotamente suficiente información para tomar una decisión consciente y madura y para vivir al máximo su experiencia. Esto lastima a hombres y mujeres y los afecta entonces y por el resto de sus vidas sexuales. Quién sabe, tal vez si los chavos empezaran cuando se les viniera (realmente) en gana, no necesitarían un pinche mapa para darnos un orgasmo. Ups.

4. Esa idea de que las mujeres estarán listas cuando ellos lo estén lleva a decepciones en el mejor de los casos, a violación en el peor. NADA CHIDO ESO.

Igualmente, y vuelvo al tema del placer, esta idea bíblica de la virginidad, de la ruptura, de la sangre, es problemática y en ocasiones hasta letal. Millones de niñas se preguntan y nos preguntamos unas a las otras, como preocupadas, ¿qué es sexo? ¿masturbarse, sexo oral, sexo anal, sexo vaginal? Respuesta correcta: todas ellas, y cualquier otra cosa que pueda llevarte a un orgasmo, si me preguntan a mí. Pero lo que nos dicen que es lo válido – y lo que se prohíbe en religiones como la islámica – es el sexo vaginal. El sexo para hacer bebés – ¡porque seguimos en el siglo XV! – y nada más. Personas alrededor del mundo, basándose en esta definición, contraen enfermedades venéreas por no cuidar otros tipos de contacto, acceden a cosas que no quieren realmente porque al fin y al cabo “no cuenta”. De la misma manera, por la ignorancia absurdísima acerca de lo que realmente pasa en el cuerpo femenino – en vez de basarse en sus anacrónicos juegos de colonización – una chica saudí, o india, o jordana, pierde su honor  – y puede perder hasta su vida – frente a su esposo por no sangrar.

Por todo esto y todas las cosas que seguro no he tocado en esta entrada, eduquémonos. Hablemos las cosas, bien clarito. Por el amor de mmmmhh el orgasmo. Sí, por el amor del orgasmo ❤ ji ji

Fin.

Más información aquí:
Myths surrounding virginity

Trucos para la primera vez. El dolor NO es parte del debut sexual

Hymen Stretching